Dios del silencio y del encuentro
No anuncias la hora de tu llegada, ni pregonas tu presencia con trompetas, campanas o cañones. Ya no nos convocas como antaño, con signos y prodigios, a ver tu gloria. No quieres espectáculos. Te pierdes por calles secundarias, plazas públicas y mercados de barrio donde no hay pedestales ni estatuas. Tú no eres un Dios de aplausos, gritos y vítores. Eres el Dios de la brisa y el silencio. Tú llegas al corazón y susurras palabras de vida. Y, en las encrucijadas, miras y miras. Y te quedas si aceptamos; y te vas si te rechazamos. Eres la salvación, pero sólo te ofreces a los que saben de silencios y de encuentros en encrucijadas. DIOS SILENCIO, DIOS ENCUENTRO.