El último deseo

por Marcelo Paladino
"El cabello plateado es corona de gloria para los que han vivido honestamente".
Pro 16:31


En la escuela de música de la Sinfónica de Alemania, todos los niños ingresaban a sus clases matutinas. Estaban los principiantes, intermedios y avanzados.
En el aula magna, un recinto de madera muy antigua, los instrumentos esperaban la llegada de los alumnos más avanzados. En el fondo, los violines estaban preparados, descansando sobre unas sillas de pana verde, menos uno, muy viejo, que nadie usaba y que siempre esperaba el milagro de que algún joven prodigio lo tomara entre sus manos y lo hiciera vibrar.
Al abrirse las puertas ingresaron los jóvenes músicos y ese violín despechado volvió a soñar con el milagro.
Comenzaron a ensayar, pasaba el tiempo y no ocurría nada. Y faltando cinco minutos se rompió la cuerda del violín mayor.
Entonces recurrieron al ansioso viejo y comenzaron a interpretar sobre él las más gloriosas melodías, hasta que repararon el Stradivarius.
No importa, dijo el viejo violín, por lo menos fui feliz por unos segundos antes de partir.
¡Que hermoso sería si nuestra sociedad valorara más a sus ancianos! Podríamos adquirir su sabiduría y así, no cometeríamos tantos errores.
¡De ellos era el mundo!. En un tiempo, ellos fueron el presente como lo somos ahora nosotros, sin embargo ese valor lo desconocemos.
Ese grupo de guerreros de cabellera plateada esta sin duda desvalorizado.

Nuestros mayores muchas veces, están a nuestro lado como ese violín del cuento, esperando la oportunidad para mostrarse, para decir que aún sirven, y que pueden hacer muchas cosas.
Si les diéramos la oportunidad, tal vez lograríamos que se enfermen menos, que se sientan mas queridos y que tengan una mejor calidad de vida.
Si Dios nos ama y nos ofrece segundas oportunidades; ¿porque nosotros no le ofrecemos una oportunidad a nuestros queridos ancianos?

EL MUNDO CRUJE.


Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos.
Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor
Efesios 5:15-17


En apenas pocas semanas, una acumulación de hechos sacudió al mundo en todos los órdenes, con un denominador común: muerte, desolación, destrucción y por sobre todo, miedo a lo que vendrá.

A nivel político
Desde el punto de vista político, la tecnología implacable y silenciosa, encendió la mecha para que miles de jóvenes expresaran su rebeldía vía el uso de internet en Egipto,y así comenzaron las protestas que llevaron a la impensable revolución que luego se propagó como una mancha de aceite en Marruecos, Argelia, Túnez, Siria, Bareihn, Yemen y Jordania, entre otros países de Medio Oriente. Pueblos cansados de la falta de libertades y de gobiernos autoritarios que parecían eternos.
En Libia primero los aviones de la coalición internacional comandada por EEUU, Francia y el Reino Unido y luego las fuerzas de la OTAN, surcaron los cielos descargando misiles tratando de frenar masacres de civiles y paralizando los pozos petroleros en apoyo de los rebeldes que buscan terminar con una dictadura de 41 años.

Climáticamente
Casi en simultáneo, cayó un aluvión de desastres sobre Japón, país que aún preparado como ninguno para defenderse ante los desastres climáticos, sucumbió con pérdidas hasta ahora imposibles de calcular, pero que en el mejor de los casos suman más de diez mil muertos, seiscientos mil desplazados y más de tres millones de personas sin acceso al agua potable ni a la electricidad.
El alerta nuclear llevó a decir a la máxima autoridad de energía de la Unión Europea, que Japón “estaba en manos de la Divina Providencia” y que la situación de la central nuclear de Fukushima era “apocalíptica” por las explosiones de los reactores y la liberación y contaminación de material radiactivo. La tragedia inició un debate a nivel mundial sobre los avances nucleares que se prolongará y profundizará seguramente.

Económicamente
Todas estas circunstancias, sumadas a una nueva crisis de deuda europea (Grecia, Irlanda, Portugal) y una economía norteamericana aún débil podrían anular cualquier posible recuperación de las principales economías mundiales.
En lo que va del año, el petróleo aumentó considerablemente, y los especialistas no dudan es señalar que pueden volver a aumentar sus precios, provocando un mayor encarecimiento de los alimentos.
Según la FAO, que es en las Naciones Unidas la organización que se ocupa de la Alimentación y la Agricultura, el aumento ya registrado y cosechas escasas, hicieron que pasaran en seis meses a la línea de pobreza más de cuarenta millones de personas.
Estas son señales de impacto económico en muchos rincones del mundo y seguramente alcanzarán a muchas otras regiones del planeta acrecentando la incertidumbre.

Que mundo nos espera.
La población del planeta se duplicó desde la década del 60 pasando de tres mil a casi siete mil millones de personas, de las cuales el sesenta por ciento son menores de 25 años y viven en países en desarrollo.
La extensión del promedio de vida de los seres humanos ha generado a su vez nuevas situaciones, por un lado la necesidad de dar ocupación y calidad de vida a los adultos y por el otro, las dificultades de los gobiernos para el sostenimiento económico de los mismos.
La demanda cada vez mayor de países multipoblados como China o India, con legítimas pretensiones de mejores niveles de vida, agudizarán los precios de los alimentos, pero aumentarán a la vez la brecha entre los que puedan alimentarse y los que no. Basta señalar que cerca de mil millones de personas sufren hambre en el mundo y el treinta por ciento de la mortalidad infantil es producto de la malnutrición.

Que hacer como cristianos
El tsunami que afectó las costas de Japón parece ser un buen ejemplo de lo que como cristianos experimentamos y parece que debemos esperar del mundo en el que vivimos. Olas de hasta diez metros que se elevan y golpean espiritualmente nuestra fe, haciéndonos perder equilibrio.
La Biblia, nos enseña que vendrán tiempos malos, pero nos exhorta a redimir ese tiempo, en la seguridad de que Dios escucha nuestras oraciones, librándonos de la angustia.
Claman los justos y Jehová oye, y los libra de todas las angustias. Salmo 34:7
Debemos ser consecuentes al orar aún para decirle a Dios que la situación nos abruma, que nos sentimos sobrepasados, tristes.
Pero sepamos que cuando nos preguntemos por qué el cielo parece hacer silencio, es porque el Señor no quiere dejar de escuchar una sola de nuestras palabras.
Miremos a nuestro alrededor.
Cada uno de nosotros como cristianos tenemos víctimas que lamentar, temores que alejar, pérdidas que llorar entre los que nos rodean.
Más que nunca seamos fieles testigos, predicando, llevando la Palabra a quienes no la conocen, ayudando al necesitado, confortando al que lo necesita, haciendo la paz, viviendo rectamente, procurando la justicia y el bien.
Que nuestro accionar diario muestre a Jesucristo en palabra y acción.
* Tomado de Reflexión Bautista