El valor de lo cotidiano



por José Luis Lozano
Colosenses 3:23
“Fue allí, en la cocina llena de humo, vistiendo un delantal raído y sosteniendo una sartén de mango desgastado, que recibió la visita de Dios” 1.
Siempre quise que Dios me hablara y se comunicara conmigo de la misma manera que lo hizo con los profetas y los personajes bíblicos. Deseaba oír claramente su palabra y conocer su voluntad. ¿Qué quiere Dios que yo haga? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Para qué?
Comencé entonces a estudiar las escrituras teniendo en cuenta esta consigna: ¿En qué condiciones contextuales Dios le habló a Noé, Abraham, Moisés, Elías, Eliseo, David, María, a los discípulos, entre otros?.
Fue muy interesante ir descubriendo en cada uno de los personajes, algunos elementos comunes que me ayudaron a comprender mejor la soberanía de Dios.

A modo de ejemplo compartiré solo algunos de ellos:

Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó al cerro de Horeb, esto es, el Cerro de Dios. “Allí fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él…” . Allí, en su trabajo cotidiano, secular, no religioso, fue cuando Dios le habló a Moisés.

En 1Reyes 19:19, vemos que la primera referencia que se hace a Eliseo lo presenta arando, haciendo la tarea de un labrador. No fue está la primera ni la última vez en que Dios eligió a desconocidos trabajadores rurales para realizar grandes cosas para su reino.
Por otro lado, ni Samuel ni David eran “líderes” de la historia. El primero lloraba por Saúl, mientras que el último pastoreaba las ovejas de su padre cuando Dios los llamó. El Señor es quien le dio la revelación a Samuel para que fuera a Belén y ungiera a un hombre que no conocía y que cuidaba ovejas. Igualmente, fue el Señor quién, algunos capítulos antes (1 Samuel 9), actuó con Saúl y a través de la pérdida temporal de sus burros y la instrucción de su siervo, eventualmente lo trajo ante Samuel y lo ungió como rey. En otras palabras, el Señor es el líder y el soberano y nos busca, nos habla, nos llama, mientras estamos en nuestros quehaceres cotidianos y seculares.
¿Qué decir de los apóstoles? ¿Qué trabajos hacían cuando Jesús los llamó?. En Mateo 9:9, leemos que cuando Jesús llamó a Levi (Mateo), estaba sentado, haciendo su trabajo de cobranza. En Marcos 1:16, Simón y su hermano Andrés estaban echando la red al agua.

En los Juegos Olímpicos de Londres 1948, la estrella fue una mujer holandesa llamada Fanny Blankers Koen, que ganó cuatro medallas de oro. Cuando le preguntaron cual era su trabajo cotidiano además de realizar los entrenamientos, ella dijo: “Tengo 32 años, dos hijos y soy ama de casa “.

Nosotros como María, anhelamos que mientras estemos en esa cocina llena de humo, con un delantal raído y sosteniendo una sartén de mango, un ángel nos visite y nos diga: “Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios!. ¡El Señor está contigo! (Lucas 1:28).

Es en la soledad y el anonimato, lejos del bullicio de las ciudades, donde el forja el carácter y va moldeando la persona que será idónea para realizar sus propósitos.

Ayúdanos a realizar de tal manera nuestros trabajos cotidianos, que seamos dignos de que nos visites, de recibir tu favor y de sentir tu compañía.

1. Valdir Steuermagel, Hacer teología junto a María, Buenos Aires, Ediciónes Kairós, 2006.

Lo alabaré aunque…



por José Luis Lozano
Habacuc 3:18-19
Lo alabaré aunque no florezcan las higueras ni den frutos los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha; aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos. Porque el Señor me da fuerzas; da a mis piernas las ligereza del ciervo y me lleva a alturas donde estaré a salvo
.

Durante la 2da Guerra Mundial, Karoly Takacs; integrante del equipo olímpico húngaro de tiro con pistola y sargento del ejército, perdió su mano derecha al explotarle una granada defectuosa. Si bien, su mano derecha, era la que utilizaba para disparar, lejos de desanimarse, en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, con 38 años de edad y disparando con su mano izquierda, alcanzó la medalla de oro.

La vida esta llena de sucesos dolorosos e inesperados. Cuando pensamos que todo esta bien, es cuando surge lo nuevo, lo distinto, lo doloroso. ¿Qué hacer?. ¡Es tiempo de alabar!

Enséñanos a alabarte en toda circunstancia de nuestra vida. En las buenas y en las malas, porque solo tu eres quien nos das fuerzas y nos sostienes con tu mano de victoria.

Residencias. Intervención Psicosocial en el Colegio Neuquén Oeste



Por Dalila Antonelli y Fernanda Petrone

El Colegio Neuquén Oeste posee una sólida identidad la cual se fortalece continuamente a través de la construcción colectiva de un proyecto institucional con un marcado objetivo final: el de ser facilitadores para formar alumnos autónomos y críticos, ser facilitadores en el crecimiento personal, en brindarle las herramientas al sujeto para que logre forjar un futuro con perspectiva, con esperanza, con una visión y misión que lo enmarque y le otorgue sentido a su vida.
En nuestro paso por esta Institución, nos fue grato observar como el colegio busca la promoción de la persona, posibilitando el despliegue integral de la misma, creando actitudes que llevan a establecer relaciones vivas y profundas con la realidad, brindando un espacio social que se caracteriza por actos de comunicación que expresan heterogeneidades, diferencias y particularidades propias de la comunidad en la cual se inscribe la escuela y de la cual forma parte, así como de los sujetos que interactúan en ella. Un espacio de reflexión y acción donde se trabaja con el otro, donde las relaciones que se dan son de orden dialógica y activa.
Observamos una Institución que pude identificar y analizar los conflictos actuales y potenciales que, debido a la heterogeneidad de sus actores, están presentes en el Colegio y en la comunidad.
Estas fortalezas se vieron reflejadas en las seis semanas que duró nuestro paso por la Institución. En cómo nos dejaron ser parte de su proyecto, con total libertad y autonomía. En cómo se brindaron, de manera transparente, con plena confianza en nosotras. Gracias a su calidez humana, a su apertura como directivos, docentes y personal no docente, logramos desarrollar un sentido de pertenencia a la Institución que fue clave para nuestra permanencia en la misma.
Consideramos fundamental a la hora de desarrollar un trabajo el buen clima laboral y la motivación, dos pilares fundamentales con los que contamos en el Colegio Oeste Neuquén.
Desde nuestro lugar, estaremos eternamente agradecidas por el espacio brindado. Esperamos haberles sido útil y deseamos haber podido devolverles algo de todo lo que recibimos.
Quedamos a su entera disposición para lo que necesiten en un futuro próximo. Nos sentimos muy a gusto trabajando junto a ustedes, y si en algo podemos colaborar, no duden en contar con nosotras.
Cordialmente;

Evangelio de la prosperidad: entre bendición y materialismo


La reciente conferencia evangélica de Lausana, celebrada en la Cuidad del Cabo – Sudáfrica, dejó a conocer que algunas partes de las escrituras estaban siendo mal interpretadas o hasta incluso deliberadamente manipuladas, al ser usadas para alimentar el materialismo. Este es el caso específico del ‘evangelio de la prosperidad’.

Tiene que haber una clara distinción entre la verdadera prosperidad bíblica y el evangelio del materialismo, afirman dos teólogos africanos.

El mensaje de que Dios bendice a los que dan, traspasa el límite de lo bíblico cuando el evangelio de la prosperidad cuando es utilizado para apoyar el estilo de vida extravagante de los predicadores, dijo Kwabena Asamoah, decano académico y profesor asociado de religión y teología pentecostal del Trinity Theological Seminary de Legon, Ghana, en la reciente conferencia de Lausana III.

Asamoah, quien también se desempeñó como investigador senior en el Centro para el Estudio Mundial de la Religión en la Escuela de Divinidad de la Universidad de Harvard en 2004, define el evangelio de la prosperidad como "la predicación, la interpretación, y la enseñanza de la Palabra de Dios que pone su énfasis en el consumismo para sugerir que la posesión de cosas materiales, y la riqueza son indicadores necesarios en el cristianismo en general y que cuentan con la aprobación de Dios ".

"La prosperidad no es ajena a la Escritura", explicó Asamoah durante la sesión titulada "La pobreza, la prosperidad y el Evangelio".

"Dios promete bendecir a su pueblo. Pero evangelio de la prosperidad distorsiona la bendición en el sentido que sólo lo ubica como bendición material".

El teólogo africano estuvo acompañado por Femi Adeleye, secretario general asociado del Movimiento Internacional de Estudiantes Evangélicos. Adeleye tiene un interés particular por la pobreza y la riqueza, y el evangelio de la prosperidad.

Adeleye se basó en Juan 10:10, un verso que a menudo se utiliza para apoyar la prosperidad material. Hizo hincapié en que la palabra griega utilizada para la vida en la Biblia es zoe, que significa la vida en el espíritu y en el alma. Zoe es diferente a bios, que se refiere a la vida física, material. Por lo tanto, lo que Jesús dice a sus seguidores es tener una vida abundante en el espíritu y no necesariamente en riquezas materiales.

"Es por ello que cuando debatimos acerca del evangelio de la prosperidad, es importante tener una educada interpretación bíblica", dijo Adeleye.

"Dar es parte de nuestra adoración, pero el evangelio de la prosperidad hace que el dar sea una actividad transaccional", comentó Asamoah. A los creyentes se les enseña que cuando hacen una ofrenda a Dios pueden esperar una rentabilidad determinada. Pero Dios bendice de acuerdo con su sabiduría y no es necesariamente la riqueza material.

"[Nosotros] no podemos utilizar la opción de comprar la gracia de Dios y esto es lo que hace evangelio de la prosperidad", dijo el teólogo de Ghana.


Fuente: Entre Cristianos

Historias de vida


Por David Nacho

Estoy a punto de cumplir 33 años. Vivo en Argentina. Tengo una esposa y una hija. En los últimos meses, la experiencia de ser padres ha atravesado transversalmente todos los aspectos de mi vida. Esto es tan cierto que cuando me pongo a recordar cómo era yo en mis épocas de estudiante soltero, primero en Bolivia y después en Canadá, me invade un pensamiento: ¡era otra persona!

Sin embargo, esa otra persona soy yo. Yo y nadie más. Lo que une al padre y esposo de hoy con el estudiante de años atrás es una historia, una narrativa… mi historia, mi narrativa. El personaje de esta historia, obviamente, soy yo.

Esta narrativa es histórica y ficticia. Cuando digo que es histórica, quiero decir que los eventos que la forman sí pasaron. Cuando digo que es ficticia, no quiero decir que no sea verdad; más bien me refiero a la creativa interpretación que todos le damos a los acontecimiento de nuestras vidas. Para entender nuestra narrativa de vida, no basta con un simple recuento sucesivo de eventos. Muchas veces vemos los eventos de nuestra vida como irónicos, cómicos, trágicos, caóticos, etc. En otras palabras, necesitamos de la imaginación para darle sentido a nuestras vidas.

Para dicha tarea, necesito comparar mi narrativa con las narrativas de otros personajes: mis padres, personajes bíblicos, figuras históricas, etc. Es decir, sólo podemos acceder a nuestra verdadera identidad a través de la interpretación que hacemos sobre los eventos que nos suceden y la comparación que hacemos entre el significado de esos eventos y el significado de los eventos en la vida de otras personas. ¡Cuánta sabiduría hace falta para escoger bien las historias y los símbolos con los que damos significado a nuestra propia historia!

Soy el mismo; soy David. Y sin embargo era otra persona hace 15 o 10 años atrás. Otro pensamiento me invade. La transformación todavía sigue su curso. Mi historia no está completa. Esto quiere decir que tampoco está completa la interpretación de mi historia. ¿Quién hará la interpretación de mi historia y en base a qué? Si se compara mi historia con la de alguien más exitoso, poderoso, afortunado, admirado o querido, tal vez mi historia sea interpretada como algo insignificante. El escenario opuesto también es posible. ¿Cuáles son los símbolos, las narrativas, las ideologías que finalmente le darán significado a mi historia? ¿Serán las de nuestra sociedad de consumo? ¿Las de los medios de comunicación? ¿Las de los movimientos sociales o las de los lobbys?

Cuando decimos que Cristo nos redime, me parece que lo que decimos es que su historia redime nuestras historias personales. La salvación no sólo nos asegura un final feliz (burdamente dicho). La historia de Cristo interpreta y redime nuestra historia. No quiero decir que nuestras historias se vuelven cuentos de hadas, sino que nuestras historias se vuelven verdaderamente humanas y llenas de propósito. Poder entendernos a nosotros tiene mucho que ver con entender nuestras historias, y éstas adquieren su significado más profundo a la luz de la gran historia de Cristo.

Actualidad Religiosa


Atender las desigualdades
Mariano De Vedia - Diario la Nación

Cuando aún no se apagaron los ecos del fuerte debate por la ley de matrimonio gay, sancionada a mediados de julio, ya comenzaron a avanzar en el Congreso los proyectos para despenalizar el aborto. Más allá de las estrategias y argumentos que cada sector proclamará -desde el Gobierno y los sectores progresistas hasta la oposición y las instituciones religiosas-, el período electoral influirá decididamente en la marcha del debate. Entre las observaciones surgidas a raíz de la composición de la agenda política y las prioridades legislativas, no deja de ser oportuna la reciente exhortación del presidente de la Asociación Bautista Argentina, Raúl Scialabba, quien advirtió sobre las urgencias y los derechos de varias "minorías" que aún se mantienen postergados en el país.

"El leitmotiv de la ley que reconoce el matrimonio homosexual fue la necesidad de terminar con las desigualdades. Había que eliminar la desigualdad. ¿Por qué los gobernantes, legisladores, políticos, líderes religiosos y de opinión, empresarios, estudiantes, profesionales y responsables de los medios de comunicación no ponen el mismo empeño para encarar una lucha sin cuartel contra el resto de las desigualdades que en forma dramática afectan a millones de compatriotas?", se preguntó Scialabba, en un diálogo con LA NACION.

Esas minorías, apuntó, son los millones de jubilados que aún esperan acceder a un haber mínimo que les asegure alimentación y medicamentos, y los adolescentes y jóvenes que entran en contacto con el paco antes que con un libro de texto en la escuela. Otra minoría es el 25% de la población que vive con menos de ocho pesos por día y se siente excluido, advirtió Scialabba. ¿Quién se ocupa de ellos?

"Cuánto mejor sería nuestra actitud si con el mismo empeño y pasión que se pusieron para sancionar la ley de matrimonio gay viéramos que se articulan políticas, leyes y acciones que terminen con la inseguridad, que crece y parece no tener techo", concluyó el presidente de la entidad evangélica, que reúne a unas 30 iglesias bautistas en todo el país, en las que diariamente se promueven acciones de asistencia y promoción social.

Se trata de alternativas surgidas en la propia comunidad para atacar desigualdades que no son atendidas en forma eficiente por los sectores políticos y oficiales.

La nueva Jerusalén como modelo para la iglesia hoy

por Juan Stam

Conclusión de Apoc 21
Es siempre importante recordar que las enseñanzas proféticas nunca son una finalidad en sí, sólo para instruirnos sobre el futuro. Están escritas para inspirar esperanza ahora y obediencia a la voluntad de Dios y fidelidad a su reino. Por eso, las grandes esperanzas futuras de la fe (venida de Cristo, resurrección del cuerpo, juicio final y nueva creación) deben configurar y moldear las formas de nuestra misión hoy en nuestro mundo. Por lo mismo, la nueva Jerusalén puede, y debe, verse como modelo, en todo lo posible, para la iglesia de ahora. Hoy también estamos llamados a ser "una ciudad de puertas abiertas", donde reinan la justicia, la libertad y la igualdad.


La Iglesia que yo amo es así:

Es la iglesia que prefiere tener siempre sus puertas abiertas,aunque pueda colársele algún intruso, por miedo a que pase de largo un sólo mensajero del Espíritu que venga a enriquecerla;
La que está convencida y lo demuestra que el puerto es Cristo y que ella es sólo el faro que señala: el puerto está allí;
La que prefiere ser sembradora de esperanzas que espigas de miedo;
La que me dice honradamente, sin soberbia: "somos un pueblo en camino, hacia una meta común y necesitamos ir cogidos de la mano, beber en la misma fuente y tantear los mismos peligros":
La que demuestra al mundo que se puede conciliar el máximo de libertad humana con la obediencia al Creador;
La que tenga tal instinto para el amor que sepa descubrirlo incluso donde nadie lo advierte;
La que escucha con más seriedad y con mayor esperanza la voz de los pobres y de los débiles que la de los ricos y poderosos, porque sabe que son más libres, menos comprometidos, más abiertos al Dios que llama siempre;
La que tiene más vocación de defensora de cualquier derecho humano que de protectora de privilegios propios o ajenos;
La que cree en Cristo más que en los bancos y en la diplomacia;
La que acaba venciendo no con el poder, sino con la fuerza misteriosa y santa de su "debilidad";
La que ante cada nuevo problema que me presenta la vida sabe darme no "su" respuesta, sino la de Cristo, y en caso de ignorarla me llama a colaborar en ella en una búsqueda común;
La que me habla más de Dios que del diablo,
del cielo que del infierno,
de la belleza que del pecado,
de la libertad que de la obediencia,
de la esperanza que de la autoridad,
del amor que de la inmoralidad,
de Cristo que de ella misma,
del mundo que de los ángeles,
del hambre de los pobres que de la colaboración con los ricos,
del bien que del mal,
de lo que me está permitido que de lo que me está prohibido,
de lo que aún está abierto a la búsqueda que de lo ya conquistado,
del hoy que del ayer;
La que me ofrece un Dios tan semejante a mí que puedo jugar con Él, y tan distinto que puedo encontrar en Él lo que ni puedo soñar;
La que es más madre que reina, más abogada que jueza, más maestra que policía;
La que tiene el fogón siempre encendido para todos los fríos y todas las soledades; el pan caliente preparado para todas las hambres y la puerta abierta, la luz encendida y la cama hecha para cuantos van de camino, cansados, en busca de una verdad y de un amor que aún no han encontrado.
A otros podrá gustarles la Iglesia con otra cara. Yo a la Iglesia la amo así, porque es de este modo como mejor me asegura la presencia viva de Cristo, el Cristo amigo de la vida, el que vino no a juzgar, sino a salvar cuanto estaba perdido.

Adaptado y abreviado de "El Dios en quien no creo", de Juan Arias (Sígueme 1969)

El Reino de Sarita Maripil

por Patricia Trillo

La conocimos cuando Maria Isabel (enfermera del Hospital Regional Neuquén y miembro de la comunidad cristiana Neuquén Oeste) nos contó acerca de su vecina que estaba pasando por un doloroso momento, ya que había perdido a uno de sus hijos en una muerte traumática.
Después de una visita a su hogar de Esteban y José Luis, Sara se animó a llegar al taller de señoras de los días miércoles. ¿Qué podemos decir de esta preciosa mujer?
Su cuerpo grande, su color de piel oscura, su vestimenta sencilla, su tímida y sincera sonrisa, nos hablaron de su humildad, de su esencia como mujer. ¿Cómo olvidar ese pañuelo siempre en las manos, para poder secar su transpiración cuando se trasladaba al centro a realizar trámites o para llegar a su tarea comunitaria de los días miércoles?
Su tarea dentro del taller, fue durante muchos años seleccionar, doblar y acomodar interminables montañas de ropa que necesitaban ser solidariamente ubicadas sobre los estantes.
La recuerdo sentadita en su banco de madera, con sus tibias manos trabajadoras, charlando con Zulema y Alicia sobre sus preocupaciones y tristezas cotidianas. Tuvimos el privilegio de ayudarla a tramitar su jubilación, asistirla con las bolsas de alimentos que luego ella compartía con sus hijos ya grandes y sus nietos. ¡Qué agradecida estaba cuando le hacíamos llegar su comida elaborada y las verduras semanales para cuidar sus riñones!
Disfrutamos a Sara muchos años, escuchamos las historias interminables de su vida. El suicidio de su primer esposo, la violencia del segundo, la crianza de sus hijos, la muerte de uno de ellos, su vida en la chacra trabajando con sus propias manos la tierra, cortando leña o amasando interminables kilos de harina para hacer pan.
El domingo 15 de agosto pasado, Sarita dejó de trabajar físicamente para encontrarse con su querido Señor. Damos gracias a Dios por haberla conocido, por habernos encontrado, porque toda su vida, fue de mucha inspiración para nosotros.
Reconocemos y homenajeamos, a todas aquellas mujeres y hombres que día a día y de manera silenciosa y sencilla, nos demuestran como Sara, que el Reino de Dios siempre está entre nosotros.

La honradez primero


Cuando las estructuras nos lastiman
por José Luis Lozano

Filipenses 4:8
Toda forma de organización humana es buena y también necesaria para la humanidad. La familia, como célula básica de organización de la sociedad, las asociaciones civiles, mutuales, fundaciones, cooperativas, iglesias, partidos políticos, etc., son instrumentos buenos y útiles que posibilitan la crianza, la educación y una sana convivencia en comunidad ¿Pero que sucede cuando éstas estructuras u organizaciones sociales nos comienzan a lastimar?

Decía Manuel Belgrano: “A quien procede con honradez, nada debe alterarle. He hecho cuanto he podido y jamás he faltado a mi palabra”.

Un primer intento de respuesta a nuestra inquietud es actuar con honradez. Antes de lastimar o seguir siendo lastimados, debemos ser honrados y enfrentar la situación con dialogo, responsabilidad y firmeza.
La honradez es aquella cualidad del hombre por la cual la persona se determina a elegir actuar siempre con base en la verdad y en la auténtica justicia. Es condición fundamental para las correctas relaciones humanas, para la amistad, la pareja y la auténtica vida en comunidad.
Muchas veces lastimamos sin darnos cuenta. Creemos que lo que hacemos esta bien, somos felices, servimos a la comunidad, educamos hijos, trabajamos en la obra de Dios; visitamos a los enfermos, ayudamos a los pobres, predicamos el evangelio, construimos edificios para la educación y la recreación, sin embargo lastimamos, ofendemos y casi siempre lo hacemos sin tomar conciencia de ello.
Las mismas organizaciones benéficas que constituyen la esencia de las sociedades, vienen a ser las que en algún momento pueden lastimarnos mas de lo conveniente.

¿Qué hacer entonces?

El dialogo, la honradez y el valor de tomar decisiones importantes, vienen a ser elementos claves para evitar un mal mayor. Claro que la honestidad tiene costos. También suele ser dolorosa, sin embargo nunca falla.
Hemos vivido diferentes experiencias dolorosas en organizaciones eclesiales, familiares y sociales, en las cuales presuponíamos la existencia de un clima de trabajo armónico, pacífico y objetivos comunes. Pero, paradójicamente suele suceder que es en estas organizaciones muchas veces en donde el dolor y la hipocresía ocupan un lugar preponderante.

Dios y las formas periféricas

La historia esta llena de paradojas e ironías, pero curiosamente son en estas circunstancias en donde Dios suele hacerse presente para acompañarnos y muchas veces mostrarnos un nuevo rumbo. Suele moverse en formas impredecibles, impensadas y periféricas. Con perfil bajo, ingresa por la puerta menos pensada. Su nacimiento en un establo, su entrada a Jerusalén en un manso burrito, su honrada y confrontativa relación con políticos y religiosos, las persecuciones como métodos de hacer conocer el evangelio, su irónica muerte de cruz para salvarnos, nos hablan de formas impensadas y periféricas.

Primero las personas

Las estructuras y organizaciones sociales deben priorizar entonces el diálogo, la honradez y las sanas relaciones humanas. No debería existir institución humana que no incluya como objetivo principal el bienestar integral del ser humano. Su libertad de libre asociación, su salud y su bienestar personal debe preceder a toda organización humana; incluyendo a la familia.

Enséñanos a mantener relaciones personales saludables y a priorizarlas por encima de toda organización humana. Que así sea.

El lugar del pobre en la misión

por José Luis Lozano

Reflexiones sobre la misión en la vida de San Francisco de Asís
Efesios 5.16, Romanos 13.11, 2Corintios 8.9

Es obvio que desde la perspectiva protestante, mantenemos con Francisco una distancia respetuosa. Su visión de los sacramentos, su mariología, su relación con la iglesia y sumisión al papa, nos ubican en posicionamientos doctrinales diferentes. Sin embargo no deberíamos perder la oportunidad de conocer a este hombre cuyo ejemplo de vida, coherencia en su conducta, radicalidad de su opción y deseos de predicar el evangelio, aún hoy siguen perturbando nuestros oídos y conmoviendo a nuestro corazón.

Profetas del siglo XII

El movimiento misionero mendicante del siglo XII, entre los cuales estaba el de Francisco de Asis, tuvo un carácter laico y de protesta, motivado por una profunda insatisfacción de las estructuras eclesiales y sociales de su tiempo. Las opciones monásticas de separación, recogimiento y distanciamiento del mundo, cedieron paso a una nueva alternativa para intentar transformar la realidad.
El movimiento franciscano y otras órdenes religiosas hermanas como los Dominicos, Carmelitas y Agustinianos, fueron los que mejor supieron interpretar la difícil realidad eclesial y social que se vivía en Europa.

“El crecimiento de las ciudades y del comercio había dado origen a una nueva clase, la burguesía, que se mostraba cada vez mas pujante. El comercio y la artesanía comenzaron a sustituir a la tierra como fuente de riqueza. Esto a su vez estimuló a la economía monetaria, de modo que el dinero circulaba mas libremente…”1

El cambio de paradigma económico, la desigualdad social y el aumento de la pobreza, mostraban un panorama poco alentador.¿Qué hacer entonces?.
El compromiso con el pobre de la ciudad fue la nota distintiva del movimiento misionero iniciado por Francisco. Mientras que los antiguos monasterios estaban identificados con el sistema económico rural y feudal, el ministerio franciscano se desarrolló en medio de los pobres urbanos.
La difusión y el crecimiento de la primitiva comunidad cristiana alrededor de Francisco fue extraordinaria. Los cronistas de esa época señalan que aún antes de su muerte, los hermanos franciscanos llenaban el mundo y que no había una provincia en la cual no hubiese alguno de sus hermanos.
Francisco, supo reeditar la tarea misional del Reino de Dios. Su carácter particular de hermandad itinerante y su encarnación con los pobres de la ciudad, nos desafían hoy a repensar nuestro estilo de vida y nuestra misión.

Querido Señor, padre de Francisco y también nuestro, tu que siendo rico te hiciste pobre, ayúdanos a comprometernos con los pobres de nuestra ciudad y a priorizarlos en la misión de tu Reino.

1. Justo Gonzales, Historia Ilustrada del cristianismo: La era de los altos ideales, Caribe, Miami, 1978, tomo 4, p.121.

Hacer Teololgía desde la cocina

por Patricia L.Trillo

Compartimos con las señoras del taller un fin de semana de trabajo. La posibilidad de conocer el interior de la provincia de Neuquén en la Patagonia Argentina nos llevó a realizar varias docenas de empanadas para vender, con el fin de recaudar dinero para alquilar un colectivo.
Fue así como entre mate y mate y con los ojos todos llorosos por la cebolla, comenzamos a reír…a contar historias y anécdotas de la vida…a compartir sueños…
En un momento dado aparece Soledad (joven madre de tres niños) con una bandeja que contenía las primeras empanadas que salían de la gran olla y ella nos dijo: “Chicas; estas son las primicias que Dios nos da, hagamos una oración y compartamos juntas esta primer bendición”. Sacudimos un poco nuestras manos y así como estábamos agradecimos a Dios esta oportunidad. Juntas saboreamos las primeras y más ricas empanadas de la jornada.
Fue allí, inesperadamente, en medio de la harina y la grasa, que percibimos claramente una presencia muy especial; emoción, profunda paz y armonía. Dios nos había visitado.
Entre mates y empanadas, Soledad nos compartió luego, que dentro de algunas comunidades religiosas las primicias del trabajo en la cocina debían entregarse al “pastor” de la iglesia, para que diera su bendición y aprobación. Teresa, se sumó también a las anécdotas y nos contó, que en su anterior iglesia, su pastora, llenaba la olla con las sobras de masa del relleno de las empanadas y preparaba una sopa para que el grupo de trabajo comiera. ¿Por qué las primicias para el pastor? ¿Por qué la pastora compartía las sobras de la masa a quienes con tanto esfuerzo habían trabajado toda una jornada? Nos pareció muy interesante la propuesta de Soledad. Sin querer nos estaba mostrando un modelo de hacer teología desde la horizontalidad, de los hermanos, de los laicos, de la no profesionalidad pastoral.

Para que la teología tenga el sabor de las cosas sencillas de Dios y el aroma de la trascendencia, debe permitirse nacer en el encuentro inesperado que se produce en una cocina desordenada, con mujeres dispuestas a cumplir el sacerdocio de todo creyente.
Compartimos con Valdir Steuernagel[1], quien señala: “…la tarea teologal nos pertenece a todos y todas. Cada uno de nosotros hace teología en el solo hecho de leer la realidad a la luz de la fe. Es por esta razón que no podemos tomar livianamente la tarea teológica, ya que necesitamos nutrirnos para ser responsables en esta tarea inevitable de todo creyente… la tarea teológica se construye desde una variedad de “espacios de vida” y de experiencias históricas, ya que la vida en la cual Dios se manifiesta es compleja y debe interpretarse desde diversas aristas”.


[1] Dr. Valdir Steuernagel. Hacer teología junto a María.

La revolución silenciosa

Por Guillermo C. Font

La luz, por débil que sea, vale más que todas las tinieblas juntas. Basta una cerilla para exorcizar toda la oscuridad de un cuarto y mostrar la puerta de salida. Como la fuerza de las gotas de lluvia sobre los inmensos incendios de la Amazonia: una gota hace muy poco, pero ¿no está la lluvia hecha de gotas? Muchas gotas, millones de gotas apagan en pocas horas el incendio más persistente. A veces, el eslabón aparentemente más insignificante es el responsable de la irrupción de lo nuevo, y lo pequeño produce lo grande. Es la fuerza invencible de lo pequeño.
Leonardo Boff - La paz y el efecto mariposa

Vivimos inmersos en una cultura que sobrevalora «las cosas grandes».
En la sociedad de consumo, para ser debemos tener, y para tener no nos queda otra alternativa que consumir, para lo cual hay que generar dinero. Cuanto más dinero obtengamos, consumiremos más, tendremos más y, por lo tanto, «seremos» más. Ésa es la razón por la cual hay que hacer negocios más grandes, para comprar una casa más grande, un auto más grande, un televisor más grande y, aun, para tener un currículo vitae más grande. Ésa es la causa por la cual el supermercado es mejor que el almacén, el shopping center es superior a la tienda, los modernos complejos de cines y teatros son preferibles a los cines y teatros de barrio, la gran ciudad es más importante que el pequeño pueblo. ¡Para ser «grande» hay que vivir a lo
grande! Es lamentable la adhesión a ese estilo de vida por parte de mayorías evangélicas en todo el mundo. Invocando la Biblia y a Jesús han construido una «cultura evangélica» que sobrevalora «las cosas grandes». Además de consumir acríticamente lo que les ofrece la sociedad de consumo, nos proponen —e imponen— mega-iglesias y super-pastores, enormes templos y auditorios, multitudinarios congresos, millonarios presupuestos y desbordantes agendas: toda una maquinaria con apariencia de eficacia que, en general, no promueve transformaciones profundas en las personas, ni en las iglesias y mucho menos en la sociedad, sino que se erige —no en sus discursos pero sí en sus prácticas— como un fin en sí mismo, funcional al status quo.
Jesús habló de su grupo de discípulos como la «manada pequeña», se refirió a su propuesta de vida como el «camino angosto» y comparó el reino de Dios con la «semilla de mostaza».
¿Qué quedó de todo ello? ¿Son pertinentes esas imágenes para el cristianismo evangélico del siglo 21?
Aunque las mayorías siguen atrapadas por la engañosa esterilidad de la ruidosa
maquinaria religiosa, existe una silenciosa red de comunidades de fe y de cristianos anónimos que —como minorías fieles— encarnan estilos de vida en transformación a la luz de la propuesta de vida de Jesús como Señor y Maestro de la vida.
En pequeñas y sencillas capillas, en casas de familia, en sus puestos de trabajo, en sus lugares de estudio, en asociaciones barriales, en partidos políticos, estos cristianos no viven sus vidas al compás adormecedor de las «nuevas modas evangélicas» sino a la vanguardia de la revolución silenciosa de Jesús: con una concepción integral de la vida humana y de la misión cristiana, comprenden la existencia como un continuo vivir cultivando relaciones de amor;
vulnerables, con luces y sombras, promueven la renovación de la mente, el cuidado del cuerpo, el fortalecimiento de las familias, la construcción de la sociedad y la protección del medio ambiente; sin exitismos ni sectarismos, comparten la vida como hermanos y amigos; reflexionan la vida a la luz del evangelio y éste a la luz de la vida; ejercitan la meditación y la oración de cara a la realidad; sirven al prójimo, priorizando a los menos favorecidos; dan testimonio de su fe con hechos y palabras; fundamentalmente, creen en el poder revolucionario y transformador que se
descubre al seguir las huellas de «la vida sencilla de Jesús de Nazaret», tal como la retrató un autor anónimo:
He aquí un hombre que nació en una aldea insignificante. Creció en una villa oscura. Trabajó hasta los treinta años en una carpintería. Durante tres años fue un predicador ambulante. Nunca escribió un libro. Nunca tuvo un puesto de importancia. No formó una familia. No fue a la universidad. Nunca puso sus pies en lo que consideraríamos una gran ciudad. Nunca viajó a más de trescientos kilómetros
de su ciudad natal. No hizo ninguna de las cosas que generalmente acompañan a los «grandes». No tuvo más credenciales que su propia persona. La opinión popular se puso en su contra. Sus amigos huyeron. Uno de ellos lo traicionó. Fue entregado a sus enemigos. Tuvo que soportar la farsa de un proceso judicial.
Lo asesinaron clavándolo en una cruz, entre dos ladrones. Mientras agonizaba, los encargados de su ejecución se disputaron la única cosa que fue de su propiedad: una túnica. Lo sepultaron en una tumba prestada por la compasión de un amigo. Según las «normas sociales», su vida fue un fracaso total. Han pasado veinte siglos... No es exagerado decir que todos los ejércitos que han marchado, todas las armadas que se han construido, todos los parlamentos que han sesionado y todos los reyes y autoridades que han gobernado —puestos juntos— no han afectado tan poderosamente la existencia del ser humano sobre la tierra como la vida sencilla de Jesús de Nazaret.
De esto se trata la revolución silenciosa: es la «fuerza invencible» de lo pequeño que produce lo verdaderamente grande.

Guillermo C. Font es director y editor
de la Revista Kairós y coordinador
del Departamento de Edición
de Ediciones Kairós

Algunas preguntas sobre la misión de la iglesia

Por Nicolás Panotto
Una de las preguntas históricas de la iglesia cristiana: ¿qué es la misión? Ella se hace ya que todo cambia. La iglesia cambia. El mundo cambia. Las personas cambian. Por ende, la misión cambia. Es un término construido desde una infinidad de interpretaciones, experiencias, contradicciones, falencias, esperanzas y errores históricos. Por todo esto, es una pregunta aún vigente.

De aquí mi deseo levantar algunos interrogantes que creo pertinentes para hacernos. Pueden parecer perogrulladas, pero justamente en muchas ocasiones encontramos las respuestas más profundas a través de los planteos más “simples”.
¿La misión agranda o abre la iglesia?
Se ha cuestionado mucho la comprensión “numerológica” de la misión, en donde se la comprende como la búsqueda de métodos para hacer crecer la iglesia. El “éxito” se mide por la cantidad de “almas” (palabra no inocente, ya que los cuerpos parecen ser solo paquetes caminantes) que ingresan a las filas de la congregación. Ya conocemos las consecuencias de esta mirada: iglesias repletas de gente desconectada entre sí, consumiendo de un modelo o un mercado religioso “a la última moda”. Las personas se fetichizan (no ellas mismas sino las estructuras), transformándose en un número más. Y tengamos cuidado: esto no sucede solamente en las llamadas “mega iglesias”. Es un imaginario muy corriente en el mundo evangélico en general, sea cual fuere el tamaño de la congregación.
La misión sí tiene que ver con el ingreso de personas a nuestras comunidades eclesiales, pero en tanto éstas se abran al mundo y se transformen en una comunidad de referencia y convivencia. La iglesia no debe buscar presas como un cazador. Su misión es ser un espacio que sirva al prójimo, que atienda a los desfavorecidos, entendiendo la salvación como esa acogida que irrumpe la rutina de la cotidianeidad mecanizada y la estrechez afectiva vigentes en nuestro mundo. Como la iglesia en Hechos 2, 41-47: debemos procurar vivir alternativamente, y que sea Dios quien añada.

¿Acaso la misión no tiene que ver con la gente?
Otra perogrullada, pero no tanto… Sí, la misión tiene que ver con la gente. Pero, ¿qué entendemos por “gente”? ¿Son acaso una masa homogénea, o un complejo conjunto de individualidades, instituciones y dinámicas? ¿Qué lugar tienen en nuestra misión? Pero sobre todo: ¿no son personas reales, de carne y hueso, con historias, emociones, traumas, alegrías, fortalezas, debilidades y necesidades? Muchas veces perdemos este sentido de realidad en nuestra misión. “La gente” pasa a ser receptáculo de nuestros romanticismos, idealizaciones, hasta dogmas y moralinas. ¿Pero comprendemos que todo lo que hacemos, decimos, pensamos y pronunciamos tiene que ver con personas reales que viven una cotidianeidad, tal cual nosotros y nosotras? ¿Practicamos una misión según lo que escuchamos y vemos de cada persona, o imponemos una agenda? Si lo que importa son las personas en tanto tales, ¿acaso no deberíamos dejar atrás tantas luchas intestinas por imponer (nuestros) “principios” y escuchar la realidad de “la gente”? Sí, es un “riesgo”: el riesgo de perder nuestro cómodo lugar de “centro del mundo” para abrirnos a la compasión, tal como hizo Jesús.
¿La misión es o se hace?
Ya nos habrá quedado claro que no existe la misión, como paquete predeterminado de prácticas, discursos y acciones. No existen modelos prefijados. Como dice Mateo 28,19, la misión es un “mientras vamos”, un caminar continuo, un proceso que se va viviendo, resignificando, reconsiderando, en la medida que sigamos andando. Quedarnos en un lugar, por más lindo y seguro que parezca, nos impide ver las bellezas que tenemos por delante. La misión es un envío constante al mundo, a la realidad en la que estamos, que siendo coherente con ese contexto complejo y en continuo cambio, se resignifica a ella misma, transformando sus prácticas y nociones fundantes (sea Dios, Iglesia, Evangelio, etc.) No es un paquete, un lugar (de poder), una forma, un discurso. Es un movimiento infinito que nos abre al mundo infinito que habitamos. La misión se hace en el camino.
¿Nos dejamos hablar por la misión?
Se habla de que la misión debe ser pertinente a nuestra realidad, que debemos comprometernos con la sociedad, con sus penurias… “para ser luz”. ¿Pero somos concientes de lo que ello implica? La sociedad con la que nos comprometemos posee una complejidad muchas veces ignorada por la iglesia; de aquí, sus respuestas facilistas a través de fórmulas o moralinas que pretenden dar una respuesta acabada a cuestiones demasiado complicadas. Al comprometernos con la comunidad, nos damos cuenta de que existen desafíos aún mayores, hasta desconocidos, por estar allí. Por eso la misión misma nos habla para su propio cambio. La gente, las experiencias, los fracasos y las complejidades que se hacen ver en dicho compromiso misional, nos interpelan. ¿Lo escuchamos? ¿Lo sentimos? ¿Respondemos a ello o seguimos estancados en nuestro “pequeño mundo muy feliz”?

Educar para la solidaridad

Por C. René Padilla
Nuestra realidad latinoamericana está marcada por dos fuerzas contradictorias:
La primera es la mentalidad posmoderna, que pone énfasis en la interdependencia entre todos los seres humanos y entre éstos y la naturaleza. En su análisis de la posmodernidad, David J. Bosch sostiene que el credo de la Ilustración, de que cada individuo está en libertad de buscar su propia felicidad sin preocuparse por los demás, está perdiendo vigencia. Según él, este “cambio de paradigma” exige que los cristianos reconozcamos nuestra solidaridad tanto con la naturaleza como con todas las personas.
La segunda fuerza tiene que ver con realidad socioeconómica y política,la cual muestra a las grandes mayorías incapaces de satisfacer sus necesidades básicas. Aumenta el índice de desempleo y de subempleo. Crecen la violencia y la inseguridad, el analfabetismo y la deserción escolar. Se incrementan la desnutrición y las enfermedades. Se acentúan los conflictos personales e interpersonales y se desintegran las familias. Se amplía el abismo entre ricos y pobres y, como resultado, se profundiza la crisis social. Se incrementa la depredación de la naturaleza y se subestiman las consecuencias de la actual destrucción del sistema ecológico para las nuevas generaciones.
En la raíz de la crisis social y la crisis ecológica está la falta de solidaridad con el prójimo. El sistema económico vigente fomenta el individualismo y hace de la privatización de bienes un valor absoluto. Las clases privilegiadas, incluyendo la de los políticos, acaparan los beneficios del trabajo de todos y adoptan un estilo de vida ostentoso basado en la explotación y la injusticia, la corrupción y la desigualdad.
En resumen, hay una notable paradoja entre la búsqueda de interdependencia propia de la era posmoderna, por un lado, y la exacerbación del individualismo, característica de la sociedad de consumo, por otro lado. El ideal de relaciones solidarias se hace pedazos al estrellarse contra la roca de la insensibilidad y la exclusión.
En este contexto, la fidelidad al Evangelio de Jesucristo demanda que la educación se estructure en términos de solidaridad con el otro, sea quien sea, en su necesidad. En primer lugar está la solidaridad con las víctimas del sistema de opresión en su necesidad de justicia. No basta anunciarles la “salvación del alma”, sin prestar ninguna atención al sufrimiento que les causan sus necesidades corporales insatisfechas.
En segundo lugar está la solidaridad con los agentes de la opresión en su necesidad de perdón. Aquí tampoco basta anunciarles la “salvación del alma”, esta vez sin prestar ninguna atención a la separación que les causan las riquezas en su relación con el prójimo. El victimario necesita ser liberado del dios Mamón mediante el arrepentimiento que conduce al perdón de Dios y a la solidaridad con los necesitados. Reconocerá su necesidad de liberación, perdón y solidaridad en la medida en que experimente el amor de Dios por medio de quienes estén dispuestos a solidarizarse con él en su necesidad espiritual. Si el amor al dinero es la raíz de toda clase de males, es de importancia prioritaria que los detentores del poder, dentro y fuera del país o continente, reconozcan que la vida de una persona [o de una nación] no depende de la abundancia de sus bienes (S. Lucas 12:15) y se dispongan a desarrollar una economía que esté al servicio, no del mercado, sino del ser humano.
La solución a las crisis en nuestros países pasa por la sustitución del afán de lucro y los valores monetarios por valores humanos, lo cual requiere un énfasis en la educación para la solidaridad con el prójimo como un principio fundamental para la convivencia humana.

Cruzar fronteras con Oscar Romero

Por Salvador Leavitt-Alcántara
Cada año, el 24 de Marzo, millones de estadounidenses de todas las razas, credos, colores y estratos sociales conmemoran la vida y el martirio del Arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado en 1980 por la dictadura militar Salvadoreña. En esta celebración, estudiantes, sindicatos, iglesias de todas denominaciones, grupos de derechos humanos, escuelas, organizaciones no-gubernamentales, alcaldías y otras instituciones de carácter gubernamental organizan marchas y días de servicio a la comunidad en su honor; se reúnen para discutir y ver la película “Romero”; hacen vigilias; organizan grupos de oraciones por la paz; protestan en contra de la violencia; la injusticia y la desigualdad y reflejan de muchas y diversas formas la vida de este Obispo y pastor.

Escuelas públicas, cátedras, becas, agencias de servicio comunitario, centros de apoyo al inmigrante y otras instituciones llevan el título de Romero. “Romero Center”, “Romero School”, “Romero Scholarship”, “Romero Agency”, etc. abundan en muchas partes de los Estados Unidos; algunas influenciadas por el alto índice de inmigrantes Latinoamericanos, pero otras influenciadas por la visión y las ideas del Arzobispo.
En cada celebración a la cual he asistido en los últimos 30 años, me he dado cuenta que Romero no es una figura exclusivamente Católica ni salvadoreña… ¡ni siquiera Latinoamericana! La memoria de Romero trasciende credos religiosos, identidades culturales, nacionalidades, lenguaje y razas. He celebrado a Romero en comunidades 100 por ciento salvadoreñas, al igual que en comunidades blancas, negras y Asiáticas. Estas celebraciones me han demostrado que la figura de Romero transciende muchas de las barreras con las que diariamente uno se enfrenta en los Estados Unidos y en el mundo en general.
¿Qué esta detrás de las formas tan diversas con las que se celebra a Romero? ¿Por qué puede este obispo mártir trascender sus orígenes Católicos, su nacionalidad salvadoreña, y su identidad cultural latinoamericana?
Algunos sugerirían que la forma tan brutal en la que el Arzobispo fue asesinado mientras servía la Santa Cena es parte de la respuesta. Sin duda, la brutalidad de su asesinato ha contribuido a la proyección de Romero como figura popular e ícono religioso. Sin embargo, como muchos sabemos, Romero no es el primer ni el último mártir del siglo pasado. La época de los 80’s y 90’s en Latinoamérica se distingue por una general persecución y sanguinaria masacre de muchos religiosos, y de cantidades mucho más altas de civiles. Romero no fue la excepción en países con dictaduras militares como El Salvador y Guatemala; sino, trágicamente, la norma.
Otros sugerirían que la alta inmigración salvadoreña a los Estados Unidos en los últimos 30 años ha contribuido al culto a Romero. De hecho, muchas instituciones de servicio a la comunidad salvadoreña-estadounidense llevan el nombre de Romero y son muchas de ellas las que organizan las festividades alrededor de su martirio. Sin embargo, mi experiencia me ha enseñado que Romero no es una propiedad exclusiva de los salvadoreños, sino que poco a poco se ha convertido en una figura religiosa y no religiosa que construye puentes con otras comunidades no-salvadoreñas. Como he dicho anteriormente, iglesias católicas, evangélicas, protestantes, al igual que comunidades fuera de la comunidad Hispana celebran la memoria del Obispo.
Entonces, ¿por qué es la figura de Romero tan celebrada en los Estados Unidos y en el resto de Latinoamérica? Parte de la respuesta obedece a muchos valores universales que su figura conlleva para este mundo globalizado y postmoderno. En esta ocasión apuntaré a un valor muy importante para esta generación milenaria: el valor de la conversión.
De todos es sabido que una de las principales razones por las que el Padre Oscar Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, era su afinidad a la doctrina más conservadora de la Iglesia Católica; es decir, aquella que creía en mantener el status quo en el aspecto social, político y militar en El Salvador. Romero no era un pastor “controversial,” que se metía en cuestiones sociales ni mucho menos políticas. Antes de su nombramiento como arzobispo, asumió posiciones muy ambiguas que hacían a la iglesia “inmune” a los vaivenes de los conflictos sociales, culturales y políticos de aquel tiempo.
Sin embargo, en 1977, cuando Romero tenía ya 60 años, es asesinado su amigo, el sacerdote Rutilio Grande. Este asesinato hace que Romero tome un giro de 180 grados del cual no daría marcha atrás. De un líder acomodado a la situación del país, pasa a ser el profeta que denuncia, ofrece, y re-crea completamente la historia de la iglesia Salvadoreña. Con Romero emerge una iglesia entregada a la justicia social, a la defensa de los derechos humanos, a la paz, y la igualdad desde la perspectiva del más necesitado. La historia de la conversión de Romero enseña algo muy importante a las generaciones milenarias de nuestros tiempos; y estoy convencido de que dicha conversión es uno de los factores que nos hace celebrar su memoria cada año.
Es cierto que la generación del milenio nace en un mundo globalizado, que facilita la comunicación entre ellos y diferentes localidades geográficas, sociales y culturales. Blogs, Facebook, teléfonos celulares, Internet y otros tantos vehículos de información, permiten a esta generación acceder a mundos diferentes y foráneos, estableciendo enlaces, oportunidades de solidaridad, diálogo y apertura hacia otros.
Sin embargo, también es cierto que esta apertura hacia otros y la oportunidad de establecer relaciones de solidaridad y dialogo con otros, se ve cada vez mas mermada por el aumento de las mentalidades tribales que dicen defender la ortodoxia y que hacen del miedo a lo desconocido y foráneo, su arma principal. La economía es dominada por una ortodoxia del mercado, la cual pone todas sus energías en vendernos el libre acceso a productos y servicios como la única solución a problemas tan complejos como la pobreza, el subdesarrollo, la crisis financiera, y la destrucción al medio ambiente. Las relaciones sociales en los Estados Unidos en particular, y en el mundo en general, están dominadas por una ortodoxias tribales y nacionalistas, que hace de otras culturas y religiones caricaturas llenas de estereotipos. Nuestras visiones familiares en las iglesias están dominadas por una mentalidad no muy abierta hacia otras formas de ser familia y sociedad. Finalmente, nuestras relaciones culturales, especialmente nuestras relaciones con el mundo Musulmán después de los ataques del 11 de Septiembre, están siendo dominadas por un racismo recalcitrante, el cual es fomentado por pensadores como Samuel Huntington, quienes presentan la diversidad cultural como una amenaza a valores pre-concebidos como indispensables para una nación. En este racismo ortodoxo, la inmigración y el crecimiento de comunidades no-anglas en Europa y en algunas partes de Norteamérica es vista como una amenaza para la identidad de las nuevas generaciones.
Quizás en la figura de Romero los muchos estudiantes, activistas sociales y políticos, al igual que las iglesias y comunidades religiosas que celebran su martirio, encuentran una luz de esperanza y solidaridad con los desconocidos y marginados. Es cierto que Romero vivió en los tiempos de las ortodoxias políticas y militares de los años 70 y 80 y que nació bajo una visión doctrinal de la iglesia que apadrinaba y hasta bendecía la pobreza y la desigualdad en nuestro país. También cierto que, como muchos de nosotros, le fue difícil salir de su cerrado y cómodo círculo para llegar a ser el profeta en defensa de los desconocidos y marginados de su tiempo. Pero, como muchos otros antes que él, también se dio cuenta que sólo saliendo de su estrechez doctrinal y eclesial, pudo conocer el valor real de ser humano y gozar de los frutos de la solidaridad con otros. Gracias al valor que tuvo de cortar con siglos de encubrimiento eclesial de las injusticias contra los mas necesitados, Romero pudo cambiar no solamente la historia de su iglesia, sino la historia de su país y, en alguna forma, del mundo. Hacia los desconocidos y los marginados caminó Romero, y por ellos se dejo convencer. Esperamos que nuestras generaciones milenarias celebren con él tan importante valor para nuestra sobrevivencia mundial.
Salvador Leavitt-Alcántara es teólogo salvadoreño. Emigró a los Estados Unidos al terminar la guerra civil en El Salvador. Su investigación a nivel doctoral se centró en el pensamiento de Ignacio Ellacuría.

El año nuevo y la piedra

por Raúl Scialabba
Dentro de los saludos de fin de año que recibí, me llamó la atención uno que decía así:

"La Piedra"

El distraído tropezó con ella,
El violento la utilizó como proyectil,
El emprendedor, construyó con ella,
El campesino, cansado, la utilizó de asiento.
Drummond la poetizó, David la utilizó para derrotar a Goliat, Y Miguel Ángel le sacó la más bella de las esculturas.
En todos los casos la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre
El año que viene es el mismo para todos, depende de nosotros lo que hagamos con él…
El comenzar un año trae irremediablemente en el hombre, la idea de cerrar un ciclo y comenzar otro, con la consiguiente tarea de evaluar primero y proyectar después.
¿Si el 2010 fuera una piedra, que haríamos con ella?
Quizás por estar hechos a la imagen de Dios, como hombres buscamos la perfección y eso nos hace ver más fácilmente no tanto lo que alcanzamos, sino lo que nos falta. El ser perfectibles nos impulsa, felizmente, a tener ilusiones, metas, proyectos, en definitiva a avanzar en todo lo que encaramos.
A la hora del balance, sepamos valorar todo lo que hemos conseguido y demos gracias a Dios por todo lo que nos permitió alcanzar, como Asociación, a nivel de iglesias y en el plano personal.
Démoslos la autorización para celebrar los logros, porque eso se traduce en estar en paz con Dios, satisfechos y a la vez estimulados y con fuerzas para alcanzar nuevos desafíos.
El balance incluye también reconocer aquellas cosas que se hicieron mal, ya que si no lo hiciéramos estaríamos perdiendo la oportunidad de evaluarlas, corregirlas y así seguir creciendo.
Al mirar los desafíos, sabemos que tenemos doce meses para lograrlos, pongamos lo mejor de nosotros, sabiendo que siempre tenemos algo nuevo para descubrir cuando nos ponemos en las manos del Señor.
Si lo hubiéramos alcanzado todo y ya no tuviéramos nada por conseguir la vida se nos presentaría aburrida.
Muchas veces nos decimos a nosotros mismos en tono irónico, que nuestro país no nos da con su comportamiento errático e incomprensible, oportunidad de aburrirnos.
Aún sabiendo anticipadamente que habrá situaciones que exceden nuestra responsabilidad e influencia, propongamos como cristianos, el desafío de ayudar a modificar con nuestro accionar diario esta Nación en la que Dios nos puso.
Hagamos de la evangelización nuestra mejor herramienta para transformar vidas y comportamientos.
Hagamos que tratando bien a los que nos rodean, disminuya el estado de crispación de la sociedad.
Hagamos tarea de prevención de la corrupción, denunciándola sin temor.
Hagamos todo lo necesario y más, para ayudar a los huérfanos, los necesitados, los ancianos, los indefensos y los enfermos.
Hagamos nuestra, toda causa que contribuya a procurar el bien común,
Hagamos con nuestras acciones que no haya niños que sufran hambre en un país que lo tiene todo,
Hagamos que la Palabra de Dios, sea la fuente de inspiración y guía para nuestras vidas y las de nuestros semejantes.
Hagamos todo con espíritu de amor, sin abandonar nuestra lealtad a Cristo y a su verdad.
Hagamos un 2010 como Dios manda

Receta para un nuevo año

Tomemos doce meses completos, límpielos prolijamente de toda amargura, odio y celo, póngalos tan fresco y limpios como sea posible.
Ahora corte cada mes en veintiocho, treinta o treinta y un partes diferentes, pero no junte todos los pedazos al mismo tiempo. Prepárelo un día a la vez a partir de estos ingredientes.
Mezcle bien en cada día una parte de fe, una parte de paciencia, una parte de valor y una parte de trabajo.
Agregue a cada día una parte de esperanza, fidelidad, generosidad y bondad. Combine con una parte de oración, una parte de meditación y una de buenas obras. Sazone el todo con una dosis de buen ánimo, un rocío de diversión, una pizca de juego, y una taza de buen humor.
Vierta todo esto en un recipiente de amor. Cueza a fuego lento sobre gozo radiante, aderece con una sonrisa y sirva con quietud, desprendimiento y alegría.
Está en camino a tener un feliz año nuevo.

Sobre la encarnación (San Juan Crisóstomo)

Cuando oigan hablar del nacimiento de Jesús, no piensen que es algo pequeño y sin valor. Al contrario, levanten sus almas; estremézcanse y llénense de esperanza cuando oigan decir que Dios ha venido a la tierra.
Este hecho es tan sorprendente y maravilloso que hasta los mismos ángeles formaron coros e hicieron resonar un himno de gloria. Y los profetas de la antigüedad se admiraron de que Dios pudiese ser visto sobre la tierra y conversara con los hombres.
Y la verdad es que, desde todo punto de vista, no hay nada más maravilloso que un Dios inefable, que no se puede explicar con nuestras palabras humanas, ni terminar de comprender con la lógica de nuestra mente; un Dios que, siendo igual al Padre, el creador de todas las cosas, se haya dignado pasar por el vientre de una mujer, nacer como un bebé, tener una familia y una historia, teniendo como antepasados a David y Abraham. ¿Y por qué digo a David y Abraham? Porque éstas eran personas famosas y respetables. Pero lo más asombroso es que entre sus antepasados se encontraban también mujeres y hombres indignos y de mala reputación.
Por eso cuando oigan que Jesús nació: ¡Levántense! No tengan humildes pensamientos, sino maravíllense de que Él, siendo hijo de Dios, del eterno y todopoderoso Dios, se dignó también ser llamado Hijo del Hombre, para hacernos a nosotros los hombres, Hijos de Dios.
Él, siendo hijo del Dios eterno, se dignó tener un padre humano, para darnos a nosotros, los que éramos verdaderamente esclavos de esta vida humana, al Señor como Padre.
Pensándolo humanamente, es más fácil que Dios se haga un ser humano, como nosotros, que no que el hombre sea llamado hijo de Dios.
Entonces cuando escuches que el Hijo de Dios se metió en la historia, se hizo hombre y se le llamó hijo de David y de Abraham, sus antepasados.
¡No dudes! Porque tú eres humano, también puedes ser llamado hijo de Dios. Él no se humilló sin motivos. Se humilló de esa forma y hasta tal extremo, porque sencillamente quería exaltarnos a nosotros.
Él nació según la carne para que nosotros pudiéramos nacer según el Espíritu. Él nació de una mujer, de un ser humano, para que nosotros dejemos de ser simplemente hijos de mujer. Lo que hizo Cristo es grandioso y maravilloso, enlazó la naturaleza divina con la humana; lo suyo con lo nuestro.
Jesús, en efecto, es un nombre hebreo que significa salvador. Y Jesús es salvador porque vino a salvar a la humanidad.
San Juan Crisóstomo o de Antioquia (347–407) fue patriarca de Constantinopla. Fue un excelso predicador que por sus discursos públicos y por su denuncia de los abusos de las autoridades imperiales y de la vida licenciosa del clero recibió el sobrenombre de “Crisóstomo” que proviene del griego chrysóstomos (χρυσόστομος) y significa ‘boca de oro’ (chrysós, ‘oro’, stomos, ‘boca’)


* Nuestro agradecimiento a Luis y Graciela Pérez, por facilitarnos este material.