Defensoría del Pueblo

Rubén Capitanio - Sacerdote católico de Neuquén
Los momentos que vivimos como Patria, donde la incertidumbre de lo que nos puede pasar como Pueblo es el pan de cada día, preocupación que se hace temor ante la crucificada Jujuy en estos días, hacen que los ciudadanos miremos hacia donde podemos encontrar esperanzas.
Y una de esas miradas es hacia la DEFENSORÍA del PUEBLO.
Porque esto debe ser una DEFENSORÍA. El lugar donde las personas y los sectores sociales recurren para sentirse escuchados en sus reclamos, protegidos en sus derechos, educados en sus deberes.
Por ser cristiano de opción y militancia, miro la realidad desde la visión religiosa y práctica de la fe, que intento vivir como manera de mirar lo cotidiano. Y en este momento es que me imagino a un Jesús de Nazaret como Defensor del Pueblo de su Galilea natal.

Dios del silencio y del encuentro

No anuncias la hora de tu llegada, ni pregonas tu presencia con trompetas, campanas o cañones. Ya no nos convocas como antaño, con signos y prodigios, a ver tu gloria. No quieres espectáculos. Te pierdes por calles secundarias, plazas públicas y mercados de barrio donde no hay pedestales ni estatuas. Tú no eres un Dios de aplausos, gritos y vítores. Eres el Dios de la brisa y el silencio. Tú llegas al corazón y susurras palabras de vida. Y, en las encrucijadas, miras y miras. Y te quedas si aceptamos; y te vas si te rechazamos. Eres la salvación, pero sólo te ofreces a los que saben de silencios y de encuentros en encrucijadas. DIOS SILENCIO, DIOS ENCUENTRO.

A Dios lo que es de Dios

Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?».
Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario». Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». Respondieron: «Del César». Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios». Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta. (Mc 12, 13-17)


¿Qué hizo Jesús ante “la trampa”?

Los que gritan en nuestro camino

1ro de Junio - Día mundial de la infancia
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. (
Mc 10, 46-52)

“Señor, hay mucha gente sentada a la orilla del camino, gritando para que tengamos piedad de ellos, pero a veces gritan en extrañas maneras: portándose mal en la sala de clase; tomando drogas y alcohol; estando malhumorados/as; permaneciendo en silencio o encerrados/as en sus habitaciones; a veces insistiendo en que están felices de estar a la vera del camino mientras pasan los demás. Señor, como Jesús, necesitamos detener todo lo que estamos haciendo, de manera de poder oír que ellos /as expresen su profundo anhelo de que se les devuelva la vista.” 
(Michel de Verteuil)