El perdón nos hace libres


Después de convertirme en presidente, le pedí a mi escolta que fuéramos
a almorzar a un restaurante. Nos sentamos y cada uno de nosotros pedimos lo que quiso.
En la mesa frente, había un hombre, esperando ser atendido. Cuando fue servido, le dije a uno de mis soldados: ve a pedirle a ese señor que se una a nosotros. El soldado fue y le transmitió mi invitación. El hombre se levantó, cogió su plato y se sentó justo a mi lado.
Mientras comía sus manos temblaban constantemente y no levantaba la cabeza de su comida. Cuando terminamos, se despidió de mí sin apenas mirarme, le di la mano y se marchó.
El soldado me comentó:..