El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad. (Hechos 2:1-4)
ESTABAN reunidos
en un mismo lugar, RECIBIERON el Espíritu
Santo mientras estaban sentados y entonces COMENZARON
a hablar…
Es muy importante la dimensión
comunitaria que se refleja en el texto. Un grupo es quien recibe el Espíritu; un grupo
es quien lo anuncia y como consecuencia de ello, se forma una nueva comunidad.
Este grupo es el nuevo Israel, es
la iglesia. No es posible vivir la fe apartado de este “cuerpo” sin la acción
del Espíritu en su vida. Así lo quiere Dios y así nos lo muestra en su Palabra
y en la historia de tantas personas.
El
Espíritu permanece derramándose y actuando en las personas sólo en el seno de
la comunidad eclesial. El individualismo, la soberbia o el egoísmo lo único que
hacen es acabar con la fe, acabar con la persona, acabar con la vida.
Es tiempo
de COMENZAR a hablar, pero para ello,
es requisito ESTAR en la COMUNIDAD eclesial, adorar y ser lleno Dios.