La Evolución del Rol del Maestro: De Instructor a Facilitador del Aprendizaje

Tomado de: www.eduvirtual.info

En las últimas décadas, el rol del maestro en el sistema educativo ha experimentado una transformación significativa. Esta evolución, impulsada por cambios tecnológicos, pedagógicos y sociales, ha llevado a los maestros de ser meros transmisores de conocimiento a convertirse en facilitadores del aprendizaje. Esta metamorfosis no solo ha redefinido el papel del docente en el aula, sino que también ha influido profundamente en cómo los estudiantes adquieren conocimientos y desarrollan habilidades.
Durante mucho tiempo, la educación se basó en un modelo de enseñanza tradicional, donde el maestro era el centro del proceso educativo. En este modelo, el docente era visto como la autoridad máxima en el aula y su principal responsabilidad era transmitir conocimientos a los estudiantes. La enseñanza se centraba en la exposición de contenidos, con el maestro como fuente de información y el estudiante como receptor pasivo.

Despertar del sueño interior

“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”(Efesios 5:14).
 
Durante un círculo de reflexión en nuestro Centro de Prácticas Restaurativas, una mujer compartió:
 
    “No entiendo por qué siempre repito los mismos errores. Cuando me doy cuenta ya es tarde.
Es como que tengo una lucha interna constante..."

Sus palabras revelaban una inquietud profunda que muchos de nosotros hemos sentido: vivir en piloto automático, atrapados en reacciones o impulsos que no elegimos, pero que se repiten. Ese día, iniciamos juntos un proceso de autoobservación, sin juzgar, sólo prestando atención a lo que hacemos, decimos y sentimos. Con el tiempo, comenzamos a percibir una verdad esencial: muchos de nuestros actos no provienen de un “yo” consciente, sino de automatismos adquiridos. Lo que parecía una confesión individual, se convirtió en un espejo colectivo. Así comienza el verdadero trabajo interior.

Gurdjieff sostenía que vivimos dormidos, que creemos ser conscientes cuando en realidad somos marionetas de hábitos, emociones, pensamientos y respuestas automáticas. Según él, solo a través del esfuerzo consciente podemos despertar a la realidad interior.

    “El hombre tal como es no puede hacer nada. Todo le sucede. Para hacer, es necesario ser” 
(Gurdjieff, 1992, p. 128).

Esta afirmación sacude nuestras ideas sobre la libertad. ¿Somos realmente libres si no somos conscientes? En esta línea, Anthony de Mello enseñaba que “nadie puede liberarte, excepto tú mismo. Y la libertad empieza al observarse sin juzgar” (de Mello, 2017, p. 45). La autoobservación sin condena permite darnos cuenta de nuestras múltiples máscaras, como lo haría un testigo que observa sin intervenir. Este testigo, al estar presente, nos permite elegir.

Por su parte, Eckhart Tolle afirma que “la conciencia es la salida del dolor, del miedo y del automatismo” (Tolle, 2004, p. 57). Solo desde la presencia —el “ahora”— podemos dejar de ser conducidos por un falso yo que reacciona, se defiende o se victimiza.

El trabajo restaurativo que realizamos en nuestro Centro Institucional (CPREM), es una invitación a este despertar. No se trata sólo de resolver conflictos, sino de reconocer las raíces interiores de nuestras acciones, asumir responsabilidad y transformarnos desde adentro hacia una nueva forma de estar en el mundo.
El verdadero despertar no es un instante mágico, sino una práctica sostenida. Implica aprender a ver, a escuchar y a sentir desde el “ser” y no desde los impulsos. Es dejar de identificarse con los pensamientos y emociones que van y vienen, para habitar un estado más profundo de presencia. Solo cuando somos conscientes, podemos elegir. Y solo cuando elegimos, podemos amar libremente, sin repetir viejas heridas.

Afirmación

Hoy elijo observarme sin condena. Me libero del automatismo. Elijo estar presente y despierto.

Ejercicio

Durante los próximos 3 días:
Dedica 5 minutos al día para observar tus pensamientos como si fueran nubes en el cielo. No intentes cambiarlos. Solo míralos pasar.
Anota tres momentos en los que actuaste por impulso y reflexiona: ¿Qué sentí? ¿Qué pensé? ¿Qué otra opción hubiera elegido si estaba presente?
Practica el “recuerdo de sí” al comenzar el día diciendo en voz baja: “Estoy aquí. Soy. Estoy presente.”

Citas

* La Biblia (Efesios 5:14).
* de Mello, A. (2017). Redescubrir la vida. Sal Terrae.
* Gurdjieff, G. I. (1992). Relatos de Belcebú a su nieto. Sirio.
* Tolle, E. (2004). El poder del ahora. Gaia Ediciones.
* CPREM - Centro de Prácticas Restaurativas y Mediación, perteneciente a Fundación
Neuquén Oeste.

Dar lugar a las emociones para restaurar a las personas y los vínculos.

 “Jesús lloró.” (Juan 11:35)

El silencio emocional como obstáculo para el bienestar y la comunión

En muchos entornos familiares y comunitarios, se ha enseñado que “sentir” es debilidad, y que “mostrar emociones” es señal de inmadurez. Esto ha llevado a generaciones a ocultar el enojo, negar el dolor o reprimir la tristeza, afectando no solo a la persona que los reprime, sino también a la autenticidad en los vínculos.

Tengo aún en mi memoria, el día que falleció mi papá; producto de un accidente de tránsito.  Mi hermana tenía solo 2 años y yo tenía 10 años de edad. Mientras transcurría el velatorio, el cual se realizó en mi propia casa, mis tías y seres queridos me decían frases como: "no tenés que llorar", "ahora tú eres el único hombre de la casa", "tenés que cuidar a tu mamá y a tu hermana", "los hombres no lloran", entre otras expresiones similares, mientras el cuerpo de mi papá estaba allí, en un cajón; en medio de la habitación en donde dormían mis padres. Varios años tardé en recuperarme de esa tristeza e impotencia, frente al misterio de la muerte. Me faltó llorar y un espacio para poder desahogarme, hablar sobre mi gran tristeza. Tener la posibilidad de expresar ese dolor e incomprensión.