Defensoría del Pueblo

Rubén Capitanio - Sacerdote católico de Neuquén
Los momentos que vivimos como Patria, donde la incertidumbre de lo que nos puede pasar como Pueblo es el pan de cada día, preocupación que se hace temor ante la crucificada Jujuy en estos días, hacen que los ciudadanos miremos hacia donde podemos encontrar esperanzas.
Y una de esas miradas es hacia la DEFENSORÍA del PUEBLO.
Porque esto debe ser una DEFENSORÍA. El lugar donde las personas y los sectores sociales recurren para sentirse escuchados en sus reclamos, protegidos en sus derechos, educados en sus deberes.
Por ser cristiano de opción y militancia, miro la realidad desde la visión religiosa y práctica de la fe, que intento vivir como manera de mirar lo cotidiano. Y en este momento es que me imagino a un Jesús de Nazaret como Defensor del Pueblo de su Galilea natal.Recorriendo los pasos del Antiguo Testamento en la primera parte de La Biblia, donde la Alianza de Dios con su Pueblo y ese Pueblo comprometido con esa Alianza con su Dios , se hace encuentro, acuerdo, compromiso que dignifica y libera; y abrazando luego el paso definitivo de La Biblia, el Nuevo Testamento, donde Jesús es el centro de una manera de caminar en la historia: encontrarse, abrirse con sinceridad, escuchar con disponibilidad, y acordar con Justicia, para recuperar dignidad que enriquezca la libertad de todos; veo como también desde mi perspectiva personal de creyente también la Defensoría del Pueblo es un lugar de Dios, un ámbito de fe, un templo de dignidad humana.

Porque rememorando los profetas del Antiguo Testamento, esos hombres y mujeres que le hacían saber a su Pueblo lo que les ayudaba a volver o mantenerse en el camino del bien, o al mismo Jesús de Nazaret que “mirando a la gente de su Galilea, tenía compasión de su Pueblo, porque los veía como ovejas sin pastor”, desprotegidos, a la “intemperie” de dignidad y derechos negados, arriesgados a merced de toda clase de lobos...esa compasión que le proponía a sus discípulos era el mandamiento de “curar toda enfermedad y dolencia y expulsar a espíritus malignos”, esos espíritus malignos que no eran otra cosa más que lo que hace sufrir a las personas y a los Pueblos, especialmente las consecuencias de toda forma de egoísmo, individualismo indiferente, discriminador que constantemente acapara privilegios para algunos negando derechos para todos, etc. descubro que esta también es la tarea de una Defensoría del Pueblo.
Mi memoria personal me recuerda que la Defensoría del Pueblo de Neuquén siempre ha sido un ámbito donde esto que digo desde lo ciudadano, desde lo público y que remarco desde lo religioso por mi condición de sacerdote, siempre ha tenido una actuación valorable, pero también -por mis ganas de ser sincero y mi deber de ser justo- debo reconocer que desde que el Dr. Ricardo Rivas ejerce como Defensor del Pueblo de Neuquén. estas actitudes que señalo más arriba, incluso desde la perspectiva cristiana y no por una connotación religiosa, fueron testimoniadas en lo cotidiano de la realidad social de la ciudad, y levadura de dignidad en la resolución de distintos conflictos o dificultades sectoriales en la que la Defensoría fue requerida. Cuando parecía que nada se podía hacer, cuando el Estado muchas veces y por distintas razones se ausentaba de sus responsabilidades, la Defensoría ahí estaba, porque la llamaban o porque ella misma iba, y ahí con capacidad humana y profesional, con disponibilidad de escucha y construcción de encuentro, la Defensoría era la artesana de soluciones con el Pueblo y para el Pueblo.
Ojalá hoy y siempre, esta DEFENSORÍA de la ciudad de NEUQUÉN, y todas las Defensorías - también la DEFENSORÍA del PUEBLO de a PROVINCIA de NEUQUÉN, que todavía nos debe el Gobierno Provincial en sus tres poderes- tengan siempre y para siempre estas características: Profetas del bien que ayudan a nuestro Pueblo a mantenernos o volver al camino del buen vivir para todos; servidores con compasión de un Pueblo al que le ayuda a curar todo aquello que le hace sufrir como individuos y como comunidad, expulsando los espíritus malignos que disimulan atropellos, aseguran privilegios y niegan derechos a todos; y haciendo que cada ciudadano y cada sector social, siempre miremos hacia la Defensoría del Pueblo, sabiendo que ahí lo espera esa puerta abierta y ese abrazo fraterno, donde nos haga sentir que nadie es más que nadie y todos somos iguales en dignidad, derechos y posibilidades, porque de eso se trata la fraternidad universal.